miércoles, 16 de diciembre de 2009

La piel del cielo... o ventanear al esposo.



A Guillermo Haro nunca le gustaron los periodistas. Le molestaba tremendamente que lo atosigaran con grabadoras, preguntas, cuestionamientos que, decía, no servían para nada. Cuando Elena Poniatowsa se presentó ante el reconocido astrónomo, que laboraba en aquel entonces, como toda la vida, en el observatorio de Tonantzintla, en Puebla, que él mismo había fundado, la entrevistadora recibió del científico un rotundo "no". "Estoy seguro que ni lápiz trae", le espetó Haro a una Poniatowska, como siempre, acostumbrada a que las cosas le llovieran del cielo. Elena regresó a la semana siguiente, según cuenta en Elenísima, su biografía de Michael K. Schuessler, no sólo con lápiz, sino con una lista de preguntas para hacerle. Elena se quedaría en la vida de Haro ya no como su entrevistadora de cabecera, sino como su esposa, con la cual criaría dos hijos.

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"Mamá, ¿allá atrás se acaba el mundo?", es la frase con la que inicia La piel del cielo, novela ganadora del Premio Alfaguara de novela 2001, y en la cual se siguen los pasos de Lorenzo de Tena, un personaje de carácter irasible, basado en el mismo Haro que Elena tuvo entre sus brazos a título de marido, y que tantos males le haría padecer en la vida conyugal que ella, como relata en la fuente antes citada, ni entendía ni deseaba entender.

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Tena es no sólo la representación del científico mexicano del siglo XX por excelencia: heredero de los afanes ilustradores de la Revolución, se afana por derrivar en el pueblo mexicano los duros estándares de la realidad. Los tapones al conocimiento de la pobreza, el hambre, el corporativismo de las instituciones en formación, la burocracia, el resentimiento hacia el que crece, a título de aquella fábula de las ranas que se empujan una a otra hacia el vacío para jamás dejar que ninguna de ellas acienda sobre otra y vea la luz del sol, se libere de la caverna, constituya la odisea formal de una patria de héroes que vencen sus propias ataduras y afianzan la raza cósmica.

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Pero de Tena es también la "filmografía" del esposo "ventaneado": si a través de sus pasos, Elena nos descubre al que fue su esposo, no en un hábito biográfico sino narratológico, literario, lo que lo enriquece aún más como personaje, lo dota de posibilidades infinitas, Lorenzo de Tena es entonces la encarnación del macho mexicano pueso a prueba: bajo la lupa, atravesado por un narrador asexual que manipula una autora mujer que además fue su esposa, el persona, mitad realidad extratextual, mitad ficción, baila como el títere lamentable de una nación encarnada en el racismo, la desigualdad, la injusticia, las dolencias de una patria en contuvernio eterno con la incultura, la pedantería, el arribismo.

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Elena Poniatowska comete en La piel del cielo no sólo un arrebato a la razón -si es que puede llamársele así- sustentadora del mito del macho mexicano. Comete también una confesión apetitosa: confiesa que conoce al género masculino, y está dispuesto a exponerlo a la luz de la lectura, en una obra ágil, expositiva, ganadora además. Una obra sobre cómo ventanear al marido, lograr una novela casi histórica, testigo de una época... y salir ilesa.

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