viernes, 11 de diciembre de 2009

Sobre nada.


Este fue el primer texto reconocido por Elena Poniatowska como propiamente literario. Lleva por nombre Sobre nada, y apareció por primera vez en el volumen XV de la revista The Current Literary Coin, en 1950.



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Parecería que no hay nada qué escribir sobre nada, pero todo un mundo gira al rededor de esta pequeña palabra. Aunque parezca extraño, nada constituye todo aquel planeta llamado tierra y todas las criaturas que lo habitan. En nada el hombre esconde sus profundas emociones, sus amores, sus temores, su valor, su grandeza. Hay profundidad, amplitud y altura en nada, como se puede observar en las naderías de la vida cotidiana que le revela el hombre a la humanidad.




Quizá nada sea la palabra más empleada por los hombres. Es articulada por todos, jóvenes y viejos, ricos y pobres. Muchas veces he contemplado la reacción de niños chiquito scuando son sorprendidos probando mermeladas prohibidas o arrasando con la caja de galletas. Su respueta a la pregunta peligrosa: "¿Qué hiciste?" es invariablemente la misma, "¡Ay, nada!" La causa de aquel nada es la vergüenza del momento, el hecho de haber sido descubiertos al tratar de esconder algo. Mas, ¿por qué tenemos que elegir esa pobre palabra nada? Otro ejemplo que muestra que tan buen escondite es la palabra nada, se halla en la experiencia común de dar y recibir regalos. "¡Esto es para ti!" dice quien le presenta al destinatario un paquete envuelto con gran esmero. "¡Ay, qué maravilla!", responde éste, "¡Qué ganas de saber qué es!" Con esto, quien regala rogará con voz humilde, "¡Oh! ¡No es nada, de veras!" He aquí otro ejemplo de cómo la palabra nada juega un papel fundamental.

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