miércoles, 9 de diciembre de 2009

Una reseña de La noche de Tlatelolco.


Agustín Madrigal.

Voces, gritos y susurros:
Tlatelolco en directo.

-- Elena Poniatowska --
La noche de Tlatelolco.
Era, México, 1998, 281 pp.

Elena Poniatowska Amor (Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor) nació el 19 de mayo de 1932 en París, Francia. Hija de Jean Poniatowski, príncipe polaco, y Paulette Amor, de familia mexicana acomodada, su nacimiento y primeros años de vida fueron cobijados por el entorno cálido y reconfortante de la buena vida en la clase privilegiada. Su llegada a México, en 1951, después de una residencia en Estados Unidos, la confrontó con una realidad lejana a la que hasta entonces había vivido, más apegada a las sedas, los pasteles y los suspiros de los cuentos de hadas. Auspiciada por los contactos paternales, se internó en el periodismo en 1953, participando en Excélsior, diario nacional que publicaría 365 entrevistas, una por cada día del año, durante los siguientes cincuenta, y al que seguirían Novedades, La Jornada y Proceso. Fue a través del periodismo que contactó con importantes personalidades de la época y la historia de la vida y cultura americanas: Juan Rulfo, Dolores del Río, Julio Cortázar, Octavio Paz, Juan Soriano y su posteriormente esposo, el astrónomo Guillermo Haro, por citar algunos, pero también con las injusticias sociales, la marginación y la pobreza, que retrataría en crónicas, semblanzas, novelas y cuentos. De su visión sorprendida, parecida a la de una niña pequeña que se enfrenta a un mundo nuevo y desconocido por completo, surgirían memorables creaciones periodísticas y literarias, como novelas, cuentos, apuntes teatrales, biografías y recopilaciones de entrevistas y semblanzas. Es reconocida por su participación y apoyo en las causas sociales más destacadas, incluidas sus respectivas marchas, manifestaciones y plantones. Entre otros, ha recibido los premios Xavier Villaurrutia (1970), Mazatlán (1970 y 1992), Nacional de Periodismo (1978), Rómulo Gallegos (2007), y los doctorados Honoris Causa por la Autónoma de Sinaloa (1979), la Autónoma del Estado de México (1980), la New School of Social Research de Nueva York (1994), la Florida Atlantic University (1995), la Autónoma Metropolitana (2001), la UNAM (2001) y la Autónoma de Puebla (2002).
Ha publicado las novelas Hasta no verte Jesús mío (1969), Querido Diego, te abraza Quiela (1976, de modalidad epistolar), La “Flor de Lis” (1988), Tinísima (1992), Paseo de la Reforma (1996), La piel del cielo (2001) y El tren pasa primero (2006), el relato corto Lilus Kikus (1954), los libros de cuentos De noche vienes (1979, cuyo cuento titular sirvió de base para el argumento de la cinta de 1997, De noche vienes, Esmeralda), Tlapalería (2003) y Boda en Chimalistac (2008), los recopilatorios de entrevistas Palabras cruzadas (1961), Domingo siete (1982), ¡Ay, vida, no me mereces! (1985), Todo México (8 tomos, entre 1990 y 2003) y Jardín de Francia (2008), los crónicos Todo empezó el domingo (1963), La noche de Tlatelolco (1970), Fuerte es el silencio (1980), Nada, nadie: las voces del temblor (1995) y Amanecer en el Zócalo (2007), y los ensayos El último guajolote (1982), Luz y luna, las lunitas (1994), Las soldaderas (1999), Las siete cabritas (2000) y Las mil y una: la herida de Paulina (2000). En el género biográfico, posee los documentos Gaby Brimmer (1979, también considerado testimonial), Juan Soriano: niño de mil años (1998), Octavio Paz: las palabras del árbol (1998) y Mariana Yampolsky: Mariana y la Buganvilia (2001) y Miguel Covarrubias: vida y mundos (2005). En poesía, se señala únicamente Rondas de una niña mala (2008). El Fondo de Cultura Económica publicó sus Obras Reunidas, hasta ahora en dos tomos (2005 y 2008). Algunas de sus obras han sido traducidas al alemán, francés e inglés.
La noche de Tlatelolco, libro de crónica ahora comentado, nació en el enfrentamiento de su autora con el dramático final del movimiento estudiantil de 1968 en la matanza suscitada en la Plaza de las Tres Culturas, en la unidad habitacional Nonoalco-Tlatelolco. Al ser enterada de los hechos, aunque como ella misma afirma, “Yo no estaba muy involucrada en el movimiento (…) porque mi hijo Felipe nació el 4 de junio del mismo año y lo amamantaba”
[1], la posibilidad de que un hecho de las características represoras que tuvo el 2 de octubre en Tlatelolco, un genocidio, se realizara en su propio país, la sobresaltó. Poniatowska se dio a la tarea entonces de recopilar grabaciones, documentos y toda aquella voz que estuviese relacionada con los sucesos de octubre, pero también sus antecedentes, la situación del movimiento mismo, y sus repercusiones para una nación que se dice democrática, institucional y participativa. El proceso de investigación incluyó entrevistas y diálogos con miembros del movimiento en lo estudiantil, académico y popular, declaraciones oficiales y titulares de los principales diarios de la ciudad.
El resultado fue un conjunto de anotaciones que sumaban “más de cien hojas”
[2]. Para darles orden, algún orden específico, Elena Poniatowska tuvo que dejar descansar la investigación por algún tiempo, hasta que la idea de darle al material la integración misma del movimiento, llena de voces, gritos y susurros, dispersas las ideas, llegó a ella y le permitió integrar el libro en dos partes, aunque, como la propia autora señala: “Es mucho más redondo lo de Tlatelolco que la primera parte. El Movimiento Estudiantil fue también disperso y confuso…”[3]
El libro, editado desde un inicio por Era, vio la luz en 1971, aunque, señala Poniatowska: “Entró en prensa una semana antes de que saliera de la presidencia Gustavo Díaz Ordaz (…)”, quien se responsabilizó públicamente de la matanza en 1969. Inicialmente, se le agregó el subtítulo “testimonios de historia oral”, suprimido para la segunda edición en ERA, de 2003. Fue traducido al inglés por Helen Lane en 1975, en una edición de Viking Press (Massacre in Mexico) prologada por Octavio Paz con el ensayo “A cinco años de Tlatelolco: entre el entusiasmo y la cólera”, que apareció en Excélsior en tres entregas a partir del 1 de octubre de 1973. Hasta el 2003, La noche de Tlatelolco había vendido 600,000 ejemplares.
A la salida del poder “responsable” de la masacre tlatelolca, asumió la presidencia de México su secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez. Como era de esperarse, la continuidad en la ideología en el poder convirtió al lanzamiento editorial de Poniatowska en un objeto de controversia, que finalmente redundaron en un éxito editorial: “Se vendió muchísimo porque se decía que lo iban a sacar de circulación, que lo iban a incautar, que agentes de la Federal de Seguridad habían entrado a las librerías para recoger ejemplares. Algunos lectores se llevaron diez o veinte ejemplares en una sola compra”
[4].
El revuelo no paró ahí. El gobierno de Echeverría le otorgó el Premio Xavier Villaurrutia al material, en un intento, a decir de Elena, de “asumirlo todo, para quitarle la importancia a todo”
[5]. Poniatowska rechazó la distinción.
Posteriormente en 1997 trascendió la queja interpuesta, entre otros, por el líder estudiantil, hoy escritor y periodista, Luis González de Alba, quien acusó a Elena de haber cambiado a su consideración declaraciones incluidas en La noche de Tlatelolco, así como los nombres de sus enunciadores. Elena tuvo que corregir 500 líneas de texto, que aparecieron modificadas en la segunda edición del material, en 2003.
Las dos partes en que se divide La noche de Tlatelolco se titulan “Ganar la calle” y “La noche de Tlatelolco”. Ambas abren con una crónica opinativa-informativa a manos de la propia Elena, según lo que se trate en la parte del libro en cuestión. Lo que sigue al ensayo en el caso de “Ganar la calle” es un recopilado del proceso estudiantil desde el inicio del movimiento, deteniéndose en la matanza y brincando entonces a la persecución, tortura y prisión de los líderes estudiantiles.
A través de frases obtenidas de estudiantes y académicos líderes del movimiento, voces y consignas obtenidas de las manifestaciones, familiares y testigos, cartas de personalidades como Guillermo Haro y textos periodísticos, “Ganar la calle” recupera el proceso a través del cual el movimiento estudiantil fue ganando afectos y generando controversias, y luego cómo la represión del gobierno priísta se manifestó sobre él con toda su saña posible. Destaca el “cameo” de un fragmento del cuento “Luvina”, de Juan Rulfo, y el cierre del capítulo con una parte de la adaptación de un texto indígena traducido por Ángel María Garibay que estudiantes presos en Lecumberri hicieron para su escenificación.
“La noche de Tlatelolco” inicia con el poema “Memorial de Tlatelolco”, que Rosario Castellanos escribió en exclusiva para el libro. Al subsecuente ensayo de Poniatowska, en esta ocasión una crónica informativa sobre los datos que se tienen sobre la matanza, le antecede un recuento de los titulares de los principales diarios de la capital del país la mañana del 3 de octubre de 1968. Lo que viene después es, al igual que sucede en la primera parte, un recopilado de voces de distintos actores y personajes, algunos imprecisos (“un soldado”, “voz de mujer”, “voz de hombre”), que recrean el momento de la matanza con pluma más cercana al hecho que la que podría utilizar un avezado historiador. Esta vez, a las voces de propios y extraños se suman declaraciones oficiales, actas y extractos de material periodístico. Al contrario de lo que sucede en la primera parte, las voces, algunas de ellas repetidas, tratan el mismo tema, confiriéndole más unidad a este segundo capítulo.
A modo de cierre, Poniatowska coloca un calendario con las principales fechas del movimiento, acomodando en ellas sus sucesos.
La Elena Poniatowska que se refleja en La noche de Tlatelolco es difícil de encontrar. Si no fuera por sus dos “participaciones especiales” en el material, pasaría desapercibida la autora en medio de las tantas voces de distintos calibres de otros actores sociales. Sólo reconociendo a Elena como una prolongada abanderada de las causas populares, podemos adivinar su aguja en la ilación de los conceptos y las temáticas que la obra trata, dándole a la complejidad misma del movimiento su justo lugar en el entorno mismo de la exposición de los hechos. La obra critica, a través de la elección de los conceptos y sus respectivos tratamientos frasísticos, el salvajismo del gobierno, pero también la inocencia de los estudiantes, del país entero que confió, con diversos sectores, en la posibilidad de un cambio inmediato a treinta años de gobierno monopartidista.
La Elena Poniatowska de La noche de Tlatelolco es la de Fuerte es el silencio y la de Nada, nadie. Las voces del temblor. Es la Elena de los desposeídos, los agachados, los de abajo. Es la Elena que un día amanece en el Zócalo y al siguiente es criticada por defender en televisión la parálisis citadina orquestada por el líder popular Andrés Manuel López Obrador.
Pero también es la Elena de La piel del cielo, Paseo de la Reforma o Hasta no verte Jesús mío. Es la Elena que no puede evitar poner en sus novelas al personaje, real novelado o novelado verosímil, que representa a esa gigantesca fracción de la población que ha sufrido en México por decenios las inconsistencias de los poderes fácticos. Es la Elena de la revuelta, el alzamiento, la protesta, el movimiento.
La noche de Tlatelolco es el acercamiento más conciente, quizá por no mediar más mano en ellos que la de su orquestadora, que existe hasta la fecha en torno al 2 de octubre de 1968. El conjunto de voces que la crónica retrata no los ha reunido con ese tono otra obra sobre el tema. En La noche de Tlatelolco México se enfrenta a sus propios daños, pero también a sus propias incapacidades: la de gobernarse, la de regirse, la de escucharse y definirse. Por su realismo desborda sangre, crudeza, injusticia y desazón, pero también esperanza, aliento, capacidad a futuro.
Quizá no sea hoy que la lectura conciente de La noche de Tlatelolco cree un cambio en las conciencias, pero tampoco es posible afirmar que era eso lo que pretendía inconcientemente Poniatowska al preparar el libro. Por lo pronto, el hecho queda documentado, y hábilmente tratado en un material de accesible lectura y considerable valor histórico.



[1] SCHUESSLER, Michael K., Elenísima, Diana: México, 2003, p. 196.
[2] ARANA Freire, Elsa, “Elena Poniatowska y la matanza de Tlatelolco (fragmento)”, en SCHUESSLER, Michael K., Elenísima, Diana: México, 2003, p. 201.
[3] Ibíd., p. 203.
[4] Op. cit., p. 197.
[5] Ibíd., p. 197.

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